Ilia Kamnik, RIA Novosti. Medios de información revelaron la semana pasada de que China creó un misil balístico en capacidad de atacar objetivos móviles.
Según esa información, difundida por el instituto de Marina de Guerra de EEUU, se trata de una versión moderna del misil chino DF-21, destinado a destruir buques de guerra, antes que todo, portaaviones.
Si esta información se corresponde con la realidad, en el arsenal de China pronto aparecerá un sistema en capacidad de neutralizar la supremacía de EEUU en aviación de combate sobre cubierta, un arma con la que soñaron muchas generaciones de militares de varios países.
Es importante señalar que no se ha podido confirmar la creación del misil balístico anti portaaviones chino, y que China no es el primer país que intenta desarrollar un arma especial para destruir portaaviones.
Para la Unión Soviética, el potencial bélico de la aviación de marina de Occidente fue uno de los problemas más agudos después de la II Guerra Mundial, ya que en los años de la "guerra fría", quedó sensiblemente atrasada en cuanto al potencial de la aviación de combate de emplazamiento marino.
Para contrarrestar la amenaza de los portaaviones, Moscú apostó por aviones porta misiles y submarinos armados con cohetes antibuque, pero en condiciones de considerable ventaja numérica del adversario, ambos recursos no garantizaba el éxito, al tener un radio de aplicación limitado.
Así, los bombarderos pesados con 2-3 misiles tienen una autonomía de vuelo máxima de 2.000 y 2.500 kilómetros. El submarino, en capacidad de llegar a cualquier rincón del planeta, no puede perseguir un portaviones en travesía sin el serio riesgo de ser detectado (y en condiciones de guerra, ser destruido).
Además, el lanzamiento de un sólo misil no garantiza la destrucción del portaviones, la defensa antiaérea de los buques de escolta permanentemente mejora, y para romper la defensa antiaérea se necesitaban misiles cada vez más modernos y en mayores cantidades.
Para atacar un portaaviones y su flotilla, es indispensable un arma en capacidad de destruir en cualquier momento esa fortaleza flotante de "un solo disparo".
Esa arma sólo puede ser un misil balístico con ojiva nuclear, prácticamente invulnerable ante las arma de defensa antiaérea de los buques que existían hace algunos años atrás.
La URSS fabricó varias variantes de misiles balísticos antibuque. El modelo que estuvo más cerca de ser incorporado al servicio fue el misil R-27K, versión modificada de R-27 (también conocido como 4K10, RSM-25 o SS-N-6, según la clasificación de la OTAN), construido por el centro de diseño Makeyev.
Esta versión de misil balístico de emplazamiento marino debió convertir a los submarinos nucleares de segunda generación proyecto 667, en serios rivales de los portaviones, ya que en ese tiempo, los sistemas de a bordo del portaaviones o los buques de escolta no estaban en capacidad de interceptar una ojiva nuclear.
Sin embargo, el misil R-27K no fue incorporado al servicio activo, porque los expertos rusos consideraron que su eficacia era muy reducida.
Una de las principales desventajas fue que la tecnología de ese tiempo, no permitió crear una ojiva de guiado autónomo fiable en capacidad de detectar y alcanzar un objetivo en movimiento.
No se trata de problemas de exactitud, la tecnología de entonces garantizaba que los misiles balísticos tenían una desviación del blanco inferior a un kilómetro, y teniendo en cuenta la potencia de la carga nuclear, es más que suficiente para destruir un objetivo como un portaaviones y su flotilla.
El problema era que el misil balístico no podía perseguir un objeto en movimiento, y en consecuencia, para contrarrestar el potencial bélico marino del enemigo, la URSS optó por los submarinos nucleares con misiles de crucero y aviones portamisiles.
A pesar de todo, las posibilidades de desarrollar una versión de misil balístico antibuque no han desaparecido por completo en Rusia. Es complicado afirmar en que fase se encuentran esos trabajos, pero periódicamente aparece información de en la URSS se desarrollaron trabajos sobre la versión antibuque de los misiles UR-100 y RT-2PM (Topol).
En relación al misil chino, no se sabe hasta qué punto la versión antibuque del misil DF-12 (si existe) puede impactar un objetivo en movimiento.
También se ignora si los constructores chinos pudieron crear una ojiva de guiado autónomo (OGA) de dimensiones reducidas como carga para el misil balístico, y un sistema de control en capacidad de modificar la trayectoria la ojiva por comandos que lleguen a la misma OGA.
Teóricamente el guiado de la ojiva se puede realizar con ayuda de satélites de navegación que permita a la OGA controlar permanentemente su ubicación y comprobar su trayectoria con las coordenadas del blanco, que a su vez, deben ser determinadas por otra fuente autónoma como un radar de emplazamiento en tierra, aire o mar.
El problema es que China no tiene un sistema propio de navegación por satélite y es imposible confiar en el GPS en el caso de un conflicto con EEUU, el más probable rival, porque actualmente en el mundo no existe otro país con una flotilla de portaaviones que requiera misiles balísticos para su destrucción.
En general, la información sobre la nueva arma china desata más interrogantes que respuestas. Y si de todas maneras resulta que es verdad, esto quiere decir que en el balance geopolítico mundial pueden ocurrir cambios muy serios.
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